He estado preso treinta años —mi edad—, y únicamente lo he percibido de los veinticinco en adelante. Fueron cuatro o cinco años duros sintiendo el cautiverio, sin saber por qué, ni cómo. Desubicación dentro del tejido-espacio, carne prisionera lejos de la libertad, un mundo de formas cambiantes me confundió.
Siempre perseguí mis sueños, pero a veces los taparon las nubes. No sabía que detrás había luz, se apagó la llama en mí que me conectaba a las estrellas, pero las brasas seguían encendidas, esperando, en reposo. Ascua de mis adentros, humo de la condición, el viento sopla y la hoguera prende de nuevo, con más fuerza y más ímpetu que nunca. Las estrellas vuelven a brillar, fuego fatuo de la verdad. Se refleja en mi cara una sonrisa felina, ¿de qué estaba preocupado?
El tiempo es una ilusión, la mente va ligada al tiempo; donde no hay mente no hay tiempo. Algún día no tendré cuerpo, pero seré libre antes. Bendita locura, madre de la sabiduría, haz conmigo lo que quieras, llévame por prados y parajes nunca antes divisados, crucemos montañas y horizontes cogidos de la mano, surquemos los mares del norte y descansemos sobre la tranquilidad de la laguna. Los cisnes vendrán a vernos y lloverá con los colores del arcoíris.
Enséñame a volar, bendita locura, enséñame a querer. Este hijo del cosmos puede ver los barrotes de su celda, pero no la celda: sabe que existe, las paredes están pintadas de antiguos cautivos, tampoco puede verlas, pero las letras flotan en el aire.
El entorno cambió hace un tiempo, no sé cuánto hace, en la celda no hay reloj, solo un plato de comida y un cuenco de agua, parecen ajenos a mí. El polvo de estrellas es mi alimento y beberé de los ríos, limpia y pura agua cristalina purificadora del ser. Del grifo sale mercurio, del cielo llueve plutonio, de la fuente nace la vida.
Vida oculta tras la carne, vida oculta tras la mente: cirujanos expertos en lobotomía e ingenieros de microchips trabajan codo con codo, cadenas de laboratorios por todo el mundo, cadenas de alimento, repartidores de veneno, vendedores de muerte y sufrimiento, traficantes de ilusión.
Óptica mejorada del holograma de la vida para ocultar los barrotes, cámaras de vigilancia y métodos de espionaje integrados en sociedad, dos micrófonos por persona. Uno habla del otro y otro habla del uno, parasitamiento mental, tu hermano es tu enemigo, piensa diferente, tu mente enferma no se corresponde con su mente enferma: cruce de enfermedades.
Malaria y rubéola cayendo de los cielos, ejércitos de langostas cargados de sarna; inyecciones de tiroides en las manzanas y microdosis de hormonas en la leche; vacas sintiendo más libertad en una granja que hombres en sus ciudades, hombres sufriendo por las vacas, vacas sufriendo por los hombres.
Facóqueros de dos patas reencarnados en notarios firman sentencias de desahucios de abuelas octogenarias y fiscales reencarnados en percebes se aferran a las rocas cuando sube la marea; mariscadores furtivos los buscan y les hacen pagar lo que hicieron en vida, acaban siendo vendidos a un nigeriano que los revenderá en otra ciudad al triple de precio.
Ingenieros químicos dan instrucciones muy precisas a aviadores de la marina que escuchan con atención sus órdenes; rango militar, defensor del pueblo, fuego de los jinetes del apocalipsis en sus caballos metálicos; estela en forma de traición, libertad emperlada; niños cosiendo banderas en sótanos de fábricas abandonadas para conmemorar el día de un país que no es el suyo, que no es de nadie.
Cucarachas corriendo por las paredes y helado vaho de la esperanza que busca el exterior por las ranuras de las ventanas: afuera crecen las flores; el vaho va a parar al bosque y se hace denso, convirtiéndose en niebla. Energía, el pulmón de la tierra, los árboles respiran y el suelo tiembla, los animales saben que la tierra está viva, los animales son tierra. Ecosistema eterno del funambulismo perfecto, desfiladero del acantilado de tembloroso rocaje que conduce al pico de la montaña, allí no hay banderas clavadas, solo energía en forma de niebla.
Descenso de los cielos, sendero luminoso. Sale el sol del amanecer entre las nubes y los colibríes cantan el secreto, el mismo que susurra el viento: naciste para desclavar estacas del corazón de los hombres, naciste para romper colmenas mentales humanas. Maza de la justicia liberadora de almas, maratón de divinidad, ¿quién llegará primero?
En esta carrera gana el sexto, el tercero queda noveno y el primero cuarto. Locura transitoria rompedora de números, fórmulas físicas y matemáticas arden en la hoguera. La ley de la gravedad flota delante de una pizarra con una tiza en la mano, se dispone a escribir los principios del hombre.
Monos comedores de hongos alucinógenos descubren el fuego: te crees muy listo, humano. Cataratas cubriendo en forma de velo la cara de la montaña: tiene ojos, nariz y boca, protege a los marineros los días de tormenta. Seguridad ancestral, la catarata le da al mar de beber y este devuelve el favor.
Grandes olas rompen en los barcos, pero no vuelcan ninguno; cubiertas mojadas y huesos y cristales rotos les ayudan a recordar, les ayudan a estar alerta. Marineros viviendo el momento presente se alegran de estar vivos, de ahí viene el falso mito de la extendida homosexualidad de los marineros.
La mar es traicionera, es peligrosa, te hace estar alerta y arraigarte a tu ser. Marineros lejos de sus casas se sienten perdidos en medio de la eterna nada luminosa llena de estrellas y allí se encuentran, lejos de sus familias, de sus hogares, de los humos contaminantes de la ciudad, lejos de su mente. Trabajan a sueldo para un severo patrón; en el barco hay tabaco y cervezas para que no se pierdan, la luz de las estrellas es peligrosa… estrellas que explotan y estrellas engullidas por agujeros negros, estrellas de colores y estrellas que no son estrellas.
Sabandijas reencarnadas en empresarios con linternas de luz negra tripulan los barcos piratas; las velas se izan oscuras entre la fuerte ventisca; patas de palo de madera de arce y parches de ojos de piel de pingüino; dientes de cachalote en las bodegas, nasas de cangrejos que no barrerán más los fondos marinos.
Dirigentes son coaccionados para oprimir al pueblo. La torre de Tesla se derrumbó entre la esperanza. El último canto del último mirlo será escuchado en las estrellas. El acorde de las ranas vibrará en las cuencas de los valles y el llanto del hombre se hundirá en el vacío. Vacío estuve treinta años, vacío de libertad en la prisión de mi mente.
Pizarras que muestran dogmas, libros que enseñan futuro, futuro oscuro lleno de nubes negras. Pitonisos de cadenas de montaje colocan la última pieza en la cinta, la cabeza del muñeco. Profesores y entrenadores de fútbol cargados de ego colaboran con el ministerio del cautiverio. Sanguijuelas de río con cabeza de político y altos mandos del ejército se juegan la suerte del pobre en partidas de ajedrez; el peón se come a veces al rey.
Porteadores de armas pasean inseguros junto a la reina, el caballo es controlado en su acceso al reino, a veces puede pasar, a veces no; a veces tiene que pasar por túneles y a veces por la puerta principal del castillo. Cuando le requiere el rey tiene que llegar a tiempo. Los alfiles deciden y dan instrucciones muy precisas al rey. Las torres algún día caerán y del tablero nacerán las flores, hasta ese día no sufras, o sufre si has de sufrir, no te resistas a nada, que resistirse es morir. Las tumbas quedan vacías bajo la tierra empapada, muchos vivos sin cuerpo vagan la noche sin rumbo, quien tiene rumbo no llega a tiempo.
Médicos de cabecera cometen canibalismo en casa del ministro de sanidad, extremidades jugosas de gente sana sobre pasto de neuronas. El ministro de economía corta el pan y un caballero inglés prepara el té, té importado de Asia. Campesinos con sombrero de paja trabajan la tierra bajo el aplastante sol para extraer el cereal y el cornezuelo de centeno espera en calma la llegada de las golondrinas; medicina de la tierra, parásito de lo eterno. Fábricas de hojalata queman derivados compuestos del petróleo, denso humo negro sale por las chimeneas y entra en los pulmones de las golondrinas. El cornezuelo no tiene prisa, está esperando la llegada de los elegidos: caballeros sin coraza que perpetuarán la especie. Destino escrito en las tablas de Moisés, jeroglíficos egipcios tallados por dioses celestiales, kriptonita en el fondo del mar rojo.
Pinturas rupestres de animales desconocidos dentro de cuevas llenas de murciélagos se pintan y se despintan lejos de la mirada del hombre, un gato montés contempla el espectáculo cada veinticuatro de junio; hogueras de San Juan que queman recuerdos, el pasado no existe, el pasado es tan grande porque fue presente una vez. Las meigas se ponen contentas, es su noche, algunas han decidido ese día para marcharse, mi bisabuela entre otras. Nieto de meigas que lleva dentro el fuego de la verdad: se puede elegir el día de tu muerte, la vida es magia. Bolas de cristal, velas, amuletos y barajas de cartas forjan tu destino, runas mágicas en manos equivocadas, crupieres chinos de siete manos. Se puede elegir la hora de tu muerte: las doce en punto. ¿Cuántas ovejas se comerá el lobo?, ¿puedo dejarlas fuera? Pronóstico de futuro extraído de la fuente, porcentaje máximo de acierto asegurado.
Algunos bastardos sacaron los ojos a los búhos para su suerte. Búho, mágico animal, guardián de la noche, en sus ojos están todas las respuestas, pero ojo sin búho no es ojo sino piedra. El más sabio guardián del bosque, ¿has visto alguna vez a un búho con cara de susto?, ¿y un pájaro con mirada felina?
Suministradores de morfina por vía intravenosa apuestan por el caballo del farmacéutico en el hipódromo e inventores de vacunas regentan establos de pútridas paredes; termitas se teletransportan de un punto a otro de la pared, siempre el mismo recorrido. Pura sangre español condicionado a correr cuando su cualidad es danzar, contoneo sensual del flamenco hispano, acorde de guitarra sonando en mi menor. Pianos con teclas rotas que siguen sonando: el himno del guerrero. La tecla de mi mayor no está en el piano, hace mucho tiempo que nadie la ve; el taburete vacío espera la llegada del pianista, nadie sabe de dónde nace el sonido, del silencio quizá.
Arqueólogos de finas manos entierran tesoros debajo de las estatuas y pastores de ovejas ponen trampas para lobos en el bosque; a veces se pilla la pata un perro, daños colaterales. La música se detiene y aparece el pianista, nunca la llegó a oír.
Compositores de orquestas demoníacas dan rienda suelta a sus muñecas puestos de paregórico y las amapolas de los campos de opio echan a llorar. Pilotos de compañías aéreas firman contratos de confidencialidad el primer día de trabajo y los cables de los frenos de los coches de los artistas se pudren de felicidad. No es arte el cuadro sino el marco que lo contiene. El artista no se sorprende cuando el cuadro se pinta solo, ha visto al tiempo bailar.
Verdugos con negras capuchas cortan cabezas de infieles en medio de plazas llenas de gente, el eco de los aplausos cuando la cabeza cae al cubo se escucha dos barrios más allá. Sangre de príncipe inocente tiñe la tierra de rojo.
Dueños de ONG financian a constructoras y alcaides de cejas gruesas controlan el tráfico de drogas dentro de la prisión. Las vacaciones en yate no limpian la conciencia:
—Alcaide, dime por qué no puedo ver las paredes. ¿Dónde está la llave de mi celda?, alcaide. ¿Qué me hicieron para que yo mismo firmara mi sentencia? Soy inocente.
Suero de la mentira inyectado a traición en estado onírico, acabaré cavando un túnel con una cuchara de plástico; los pájaros me han dicho cómo huele el viento; sucedáneo de algas para comer tres veces al día, ¿qué culpa tienen las algas? Puedo alimentarme del sol.
Psicólogos y psiquiatras son conectados a máquinas de impulsos electromagnéticos dirigidas por manadas de ratas gigantes, quieren analizar el cerebro humano, tienen razones para pensar que ha sido manipulado genéticamente.
Encendedores de velas de mausoleos esperan impacientes la llegada del peregrino, no saben que llegará cuando dejen de esperar. Atracadores reincidentes de permiso penitenciario ayudan a abuelitas a cruzar los pasos de cebra. Expropiadores del sistema, el arco de Robin Hood.
Hombre negro pintado de mapache baila la danza de la lluvia, el cielo responde; al agricultor le viene bien para la cosecha, el temporero se moja y acaba enfermo. Despido sin indemnización por trabajar sin contrato, sistema inmunológico debilitado por la fresa. Tractores aran lo arado hasta ver la tierra sangrar, en Manhattan hay una estatua, pero no es de libertad.
Hermosas máscaras venecianas esconden rostros de valientes justicieros y ejecutivas cincuentonas solteras contratan los servicios sexuales de jovencitos lampiños. Humanos desnutridos en jaulas cantan para los pájaros y toreros arrepentidos hacen cola, desesperados, en la oficina de empleo.
Familias de mutantes deformes, víctimas de accidentes de centrales nucleares, cuentan historias en sótanos sombríos: los hijos no saben que son mutantes, nunca han visto a un hombre con dos brazos, los padres lo ocultan porque así lo hicieron sus abuelos; tres generaciones después los pulpos dominarían el mundo.
—Tenemos que vernos, señor alcaide, le he escrito una carta para el indulto, no podrá ver cómo flotan las letras, pero quizá pueda sentirlo un día. Revisen mi caso, comité de eruditos. Mi abogado ha renunciado a mi defensa y ha cogido la baja por depresión; mi compañero de celda se ha ahorcado esta mañana, por la tarde hemos jugado una partida al mus, ha ganado él. Dice que por la mañana empezó a vivir. Dime de qué material eran los barrotes, alcaide, ya puedo ver la luz al final del túnel. ¿Pueden romperse con la misma cuchara? Si es así dígaselo al viento, señor alcaide: los pájaros harán llegar el mensaje a los hombres. Anticipo el sí al indulto debido a mi inocencia, no quiero perderme aquí en el tiempo. Mi vida es mía ahora. Al salir del túnel me están esperando los mirlos y las mariposas, vamos a volar y a pintar las nubes. Me han estado enviando señales todo este tiempo: hojas de castaño pintadas de polvo de ala de mariposa aparecían en mi almohada cada madrugada.
Bendita locura, no sueltes mi mano. Olor a libertad, sabor a cielo. Tacto de éxtasis, oído de lince, visión felina. Sexto sentido, séptimo, octavo. Ser inmortal, que no es su carne, ni su mente.