PELAYO

En la terraza de un bar de pijos, tres con setenta y cinco la cerveza:

—¡Pelayo! Deja de comer hojas —dice la mujer del matrimonio de enfrente —Pelayo es el perro.

—¿Cómo has puesto el fútbol en el móvil? —pregunta el padre al hijo.

—Poniéndolo.

—Como vuelvas a decir poniéndolo te quito el móvil. ¿Cómo lo has puesto?

—Poniéndolo.

Hace el amago de quitarle el móvil.

—Vale, vale, vale.  Me he metido en tal sitio y luego en tal otro y he hecho no sé qué.

—¡Pelayo! Deja de comer hojas.

Pelayo es un chihuahua. Lleva un Jersey, pero aun así tiembla. Debe tener frío, o miedo, o las dos cosas.

—¡Joder! Pelayo no para de comer hojas —le dice ella a su marido —, ¿qué hacemos?

Problemas de pijos… Y yo los escucho, no porque quiera, sino porque no me queda otra. Los escucho mientras me bebo mi cerveza de tres con setenta y cinco y pienso en suicidarme. ¿Pensarán los pijos en el suicidio? ¿O se bastan con los problemas que les originan sus perros?